14 de mayo de 2010

Cuando "On the Beach" no es "En la playa"

Por Ricardo Bada
Fuente: Trujaman

Uno de los caballitos de batalla de la traducción en el día a día, no necesariamente en la de alto copete, en la literaria, es la dificultad de citar correctamente —en según qué países— los títulos de las películas en castellano, y ello por la sencilla razón de que no existen ni un criterio único ni tampoco la obligación de tomar la traducción ya hecha en otro país.

Recuerdo al respecto que cuando me ocupé de la edición de la obra periodística de Gabriel García Márquez en Alemania, las mayores dificultades me las proporcionaron las citas de los títulos de las películas que reseñaba cuando fue crítico de cine. Ejemplo: una de las obras maestras de Elia Kazan, On the Waterfront (algo así como En el malecón), que en francés se estrenó con el título Sur les quaies (traducción casi literal del original), en alemán con el título Der Faust in Nacken (algo así como Acogotado), en español en España como La ley del silencio, y en español en América Latina como Nido de ratas. Si no fuese porque García Márquez contaba algo del argumento y hablaba de la actuación de Marlon Brando, difícilmente hubiese yo podido saber de qué película se trataba y convertir ese Nido de ratas en un Der Faust in Nacken, para que el lector alemán también supiese cuál era la película de marras.

Pues bien: leyendo unos poemas de la neoyorquina Linda Pastan, me encuentro los siguientes versos:

Por qué no decimos adiós ahora mismo
en la falacia de una salud perfecta
antes de que nada de lo que deba ocurrir
ocurra. Podríamos perfeccionar nuestra despedida
como esos personajes de En la playa
diciéndose adiós a la sombra
de la bomba – y que jóvenes y con las manos cogidas
veíamos sentados en el cine.



Quiero concentrarme en un verso, el que se refiere a la película que los jóvenes agarrados de la mano veían en el cine. El verso dice: «como esos personajes de En la playa», y en principio, y sin duda de ninguna especie, la traducción es correcta puesto que esa película, en su idioma original inglés, se titula On the Beach.

Por si no la conocen o no la recuerdan, es un film de 1959, de Stanley Kramer, protagonizado por Gregory Peck, una Ava Gardner bella como pocas veces, Anthony Perkins y Fred Astaire en su primer papel dramático. Narra la angustiosa situación de espera de los australianos en un momento en que ya se sabe que el resto del mundo entero ha sido destruido por una catástrofe nuclear: ¿son ellos los únicos supervivientes?

Ocurre que la película se basa en la novela homónima de Nevil Shute (1899-1960), un autor de origen inglés, naturalizado en Australia y hoy algo injustamente olvidado, pues sus relatos no son nada desdeñables. En cualquier caso, hay una cosa que los distingue, y es la a veces rareza enigmática de sus títulos, que nada permiten inducir del contenido de la novela, a no ser alguna ocultísima referencia que sólo el autor conocía. Y lo cierto es que Nevil Shute se distinguió siempre por su extrema terquedad, para no decir directamente cabezonería, en defender a capa y espada —frente a las editoriales y a los buenos consejos— los títulos que él daba a sus obras. Ejemplo máximo: On the Beach.

Lo que ya no pudo controlar, post mórtem, es que el filme basado en esa novela se estrenase en España, con el título La hora final, que es mucho más adecuado que En la playa al argumento de la película: por una vez, al menos, el traductor-traidor tuvo razón.

Pero lo más curioso es que la traductora del poema de Linda Pastan al español seguramente ignoraba este hecho, porque si hubiese tomado el título con que fue estrenada la película en nuestro idioma, su versión española de ese poema ganaría una dimensión que ni siquiera tiene en el original.

Repitamos los versos ahora, cambiando el título de la película, y verán enseguida que suenan muy distintos, realmente apocalípticos:

como esos personajes de La hora final
diciéndose adiós a la sombra
de la bomba.


Con lo que llegamos a rizar el rizo y hacer buena la boutade de Jorge Luis Borges de que las erratas mejoraban sus textos.

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