Esta entrada nos permite seguir en el Pacífico, aunque esta vez con un tema de distinta índole.
Navegando por la red he descubierto el trabajo del Profesor Ding, catedrático de la Universidad de Pekín con el que hemos tenido el placer de contar como docente en la facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada. En la actualidad compagina su trabajo con el de traductor de obras en español al chino.
Creo que su trabajo reúne distintas inquietudes que muchos de los estudiantes de lenguas, profesionales de los idiomas y traductores/intérpretes compartimos: el estudio de las lenguas y el conocimiento de idiomas de los denominados "exóticos", sumados a la perspectiva y mentalidad del traductor que trabaja a la inversa de nuestros procesos habituales.
En la entrevista realizada al profesor en la revista Cervantes en Internet, Ding comenta cómo la política fue de la mano de los idiomas en el proceso de evolución de la educación china a partir de los años 50. El comunismo influyó en los estudios de lenguas en escuelas y en las universidades, como informa Ding:
En la década de los 50 y los 60, la primera lengua extranjera, o sea, la que se estudiaba más en China, era el ruso, y después el inglés. Casi nadie conocía el español. Sobre España, se sabía que era un país de dictadura fascista, que el gobierno de Franco mató muchos republicanos y reprimía al pueblo español, que el lider del partido comunista español era la famosa Dolores Ibarruri...
Como China es un país comunista, no tenía relaciones diplomáticas con los países del mundo occidental, ni tampoco con la España de Franco. Se sabía que en Cuba se hablaba español y también que era la lengua oficial de muchos países latinoamericanos con los que China sí que tenía contactos, sobre todo con sus partidos izquierdistas.
Por todo ello, sabíamos que la lengua española se hablaba en muchos países y que, por eso, era muy útil.
La preparación y la experiencia del profesor Ding con respecto a nuestro idioma, adquirida casi al azar (la propia universidad elegía el destino lingüístico de sus alumnos), le ha permitido elegir en muchos casos las obras que le apetecía traducir al chino, por simpatía hacia al autor o por constituir una de las grandes obras de nuestra literatura. ¡A cuántos de nosotros nos gustaría poder decir: "Traduzco este libro porque es aquél que soñé traducir toda mi vida"!
Este erudito de la lengua española, profeta en su tierra y en la nuestra, nos ofrece tres consejos para ser un buen traductor:
Primero, que hay que amar este trabajo: si no puede uno disfrutar con el trabajo, entonces es mejor que no lo haga, porque es una labor dura y difícil. Luego, que hay que hacerlo de forma seria y con responsabilidad, porque, si se piensa solamente ganar cierto dinero, le propongo que se vaya a hacer negocios. Tercero, que, para traducir bien, el traductor debe aprender muchas cosas, leer más, familializarse con la lengua y la cultura [...].
A veces nos sorprendemos de que civilizaciones tan dispares, converjan en puntos idénticos con respecto a temas que forman parte de nuestra vida cotidiana como profesionales. La experiencia de este profesor, aunque distinta a la nuestra en esencia, nos permite extrapolar principios universales aplicados a nuestra profesión y conocer la historia y cultura de otros pueblos.
Para aquéllos que deseen curiosear un poco más en la red sobre la lengua y la cultura china: